Ya sabes, de esos días que sales dispuesto a comerte el mundo y acabas lamiendo lágrimas del envés de los adoquines, solo que los gusanos ya se han cansado de roer siempre los mismos huesos, fofos y aburridos, empiezan a hacerte ascos.
Su equivalente a escupirte en la cara, ahora que tienen el poder. Y aunque te yergas para mirarlos desde arriba, se las apañan para hacerte sentir impotente, ¿vosotros tampoco?, es demasiado difícil encontrar palabras hirientes cuando luchas por no llorar.
Pero ya no necesito contarte todas estas cosas, escapa de entre mis manos todo aquello que recibí de ti y aunque quisiera, no puedo mirarte a la cara, no necesito explicaciones porque ya no hay más misterios, el espejo se ha roto y trato de barrer mi lado. Déjame ser alguien, anónimo, imperfecto y vulnerable.
¿Recuerdas las pelusas? Deberías saber que he hecho bolitas con todas mis llamadas de socorro, las he aplastado entre el sudor que te dejaste olvidado en mi cama y esperan en el alfeizar un viento benigno, que haga que nunca más me entren ganas de apoyarme en ti.
No deberías saber que, como siempre, le he puesto tus ojos a mi fantasma y me desvelo intentándolo besar.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
lunes, 4 de octubre de 2010
Cien días
Cien días o alguno menos tardé en encontrarla y, a decir verdad, no estaba ni a un mísero metro de donde la conocí, contando las mismas historias de siempre a quien quisiera escucharla y mendigando toda la necesidad con sus ojos negros.
Cuestión de oficio, me diría ella, pero me encantaría conocer al algún otro camello que pasase droga en mitad de un bar mientras te cuenta su vida.
Lo reconozco, he sido un gran adicto y aunque aquellos que me quieren saben que me he recuperado, ninguna cura es perfecta ni definitiva. Así que aquí estoy de nuevo, a una distancia prudencial contemplando un cuadro que solo ahora se me permite contemplar en su totalidad.
Como moralista diría que es otra de esas estampas a incinerar, pero hay parte de mi que admira como Teresa hace acrobacias y cae de pie, casi siempre. Cierro los ojos y mi cabeza da vueltas perdida en una decadencia pasada, en retazos de putrefacción que saboreo cual caramelo, puedo inflar los pulmones y sentir de nuevo esa felicidad, rápida, eficaz, abrasadora. En comparación, la mortecina y real luz, resulta insalubre.
Ni siquiera tengo que rebuscar en la memoria para darme cuenta de que el negocio va mal y sorprenderme por los pocos clientes que he visto desfilar.
Poco antes del cierre, la valentía (o quizás la nostalgia) se me sube a la cabeza y me acerco a ella.
Me mira y sonríe mientras prepara mi dosis, supongo que ni recuerda que hace años que no vengo y, mientras coge aire para ponerme al día de sus últimas desventuras, la interrumpo y hablo por todas las veces que la escuché, le habló de mi, del sol que brilla en las calles y reluce en los campos, le hablo de ella, de todo lo que no cuenta y se oxida. En un momento de arrebato me atrevo incluso a rozar su cara con mis dedos y a confiarla que sigue siendo joven, bella, que debería huir antes de que no le quede ni eso...
Ilusiones de un instante, sus ojos se clavan en los míos, paralizando el mundo.
- ¿Y de que me sirve la belleza si tu ya no me quieres?
Con una parsimonia digna de reyes, sacó una navaja de abanico y empezó a dibujarse surcos en el rostro.
Como una luna nueva,
como el metro de Madrid....
http://www.youtube.com/watch?v=Gd7XlitAKIE&feature=related
Cuestión de oficio, me diría ella, pero me encantaría conocer al algún otro camello que pasase droga en mitad de un bar mientras te cuenta su vida.
Lo reconozco, he sido un gran adicto y aunque aquellos que me quieren saben que me he recuperado, ninguna cura es perfecta ni definitiva. Así que aquí estoy de nuevo, a una distancia prudencial contemplando un cuadro que solo ahora se me permite contemplar en su totalidad.
Como moralista diría que es otra de esas estampas a incinerar, pero hay parte de mi que admira como Teresa hace acrobacias y cae de pie, casi siempre. Cierro los ojos y mi cabeza da vueltas perdida en una decadencia pasada, en retazos de putrefacción que saboreo cual caramelo, puedo inflar los pulmones y sentir de nuevo esa felicidad, rápida, eficaz, abrasadora. En comparación, la mortecina y real luz, resulta insalubre.
Ni siquiera tengo que rebuscar en la memoria para darme cuenta de que el negocio va mal y sorprenderme por los pocos clientes que he visto desfilar.
Poco antes del cierre, la valentía (o quizás la nostalgia) se me sube a la cabeza y me acerco a ella.
Me mira y sonríe mientras prepara mi dosis, supongo que ni recuerda que hace años que no vengo y, mientras coge aire para ponerme al día de sus últimas desventuras, la interrumpo y hablo por todas las veces que la escuché, le habló de mi, del sol que brilla en las calles y reluce en los campos, le hablo de ella, de todo lo que no cuenta y se oxida. En un momento de arrebato me atrevo incluso a rozar su cara con mis dedos y a confiarla que sigue siendo joven, bella, que debería huir antes de que no le quede ni eso...
Ilusiones de un instante, sus ojos se clavan en los míos, paralizando el mundo.
- ¿Y de que me sirve la belleza si tu ya no me quieres?
Con una parsimonia digna de reyes, sacó una navaja de abanico y empezó a dibujarse surcos en el rostro.
Como una luna nueva,
como el metro de Madrid....
http://www.youtube.com/watch?v=Gd7XlitAKIE&feature=related
jueves, 2 de septiembre de 2010
No hay respeto por los ilusos, incluso si son restos de un naufragio fallido. Piensa que esa perversa manía de las astillas por flotar no puede ser sana, si la succión no las sumerge, serán los supervivientes quienes les aparten del sol que infla sus nervaduras.
Dale la vuelta, que hasta 360 todavía nos quedan grados y no te importe la humedad, que en sus malditos sueños ya ha llovido. Y aunque sepa a salado vuelves a tener la cara contra la pared, si no te gusta puedes dejarte los morros contra el gotelé, que la sangre se disimula muy bien cuando ya huele a muerto.
Camina joder.
Dale la vuelta, que hasta 360 todavía nos quedan grados y no te importe la humedad, que en sus malditos sueños ya ha llovido. Y aunque sepa a salado vuelves a tener la cara contra la pared, si no te gusta puedes dejarte los morros contra el gotelé, que la sangre se disimula muy bien cuando ya huele a muerto.
Camina joder.
jueves, 12 de agosto de 2010
96 Burbujas
Sigo respirando, y ellos, conmigo.
Como cuentas del rosario entre dedos fervorosos se deslizan los días, y tras ellos los meses, el tiempo corre, demasiado deprisa para que podamos verlo, por eso necesitamos relojes que lo sometan. Y aun así, vuela en cuanto le doy la espalda.
- No se puede decir que no venias avisada.
Reconocería ese timbre en cualquier rostro e incluso podría saludarlos por su nombre si no me dieran tanto miedo. Conozco los síntomas, y sería capaz de ubicar mi dolencia con la precisión de un cirujano, entre las costillas y un pulmón, tan pocos años...
Tampoco es que tuviera opción, las sabanas con las que tapé todos los muebles están tan raídas que empiezan a transparentar, y detrás, horrendos calendarios con conejos blancos, péndulos que se empeñan en oscilar,.. ¿Recuerdas? No puedo, no quiero.
Y me sumerjo en la bañera esperando que no queden cristales de la última tentativa, quiero complicarme. Pero las ganas de vomitar no se van con el oxigeno, ellos tampoco.
Uno, dos, tres... las burbujas deforman las humedades del techo hasta no poder soportar su mirada reprobadora ¿Acaso no soy yo?
- ¡Ya era hora!
Y todos mis demonios se ríen de la ocurrencia, entre tanto alboroto hay alguno que se deleita entrechocando mis cadenas, ¿cómo puede ser que me hayan alcanzado? La respuesta es tan obvia que desmerece una contestación.
Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar. Charles Baudelaire
Como cuentas del rosario entre dedos fervorosos se deslizan los días, y tras ellos los meses, el tiempo corre, demasiado deprisa para que podamos verlo, por eso necesitamos relojes que lo sometan. Y aun así, vuela en cuanto le doy la espalda.
- No se puede decir que no venias avisada.
Reconocería ese timbre en cualquier rostro e incluso podría saludarlos por su nombre si no me dieran tanto miedo. Conozco los síntomas, y sería capaz de ubicar mi dolencia con la precisión de un cirujano, entre las costillas y un pulmón, tan pocos años...
Tampoco es que tuviera opción, las sabanas con las que tapé todos los muebles están tan raídas que empiezan a transparentar, y detrás, horrendos calendarios con conejos blancos, péndulos que se empeñan en oscilar,.. ¿Recuerdas? No puedo, no quiero.
Y me sumerjo en la bañera esperando que no queden cristales de la última tentativa, quiero complicarme. Pero las ganas de vomitar no se van con el oxigeno, ellos tampoco.
Uno, dos, tres... las burbujas deforman las humedades del techo hasta no poder soportar su mirada reprobadora ¿Acaso no soy yo?
- ¡Ya era hora!
Y todos mis demonios se ríen de la ocurrencia, entre tanto alboroto hay alguno que se deleita entrechocando mis cadenas, ¿cómo puede ser que me hayan alcanzado? La respuesta es tan obvia que desmerece una contestación.
Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar. Charles Baudelaire
miércoles, 14 de julio de 2010
Perdón
Es la absolución de los pecados, junta ese par de silabas las suficientes veces y tendrás tu billete al cielo en clase bussines.
No se necesita arrepentimiento para rellenar los datos personales y ni siquiera tienes que marcar la opción de enmienda para que te dejen facturar el equipaje. Evita explicar los motivos, no vaya a ser que los de arriba se mosqueen porque tus faltas no merecen tanto alboroto y te quedes sin ventanilla.
Cuidado con la letra pequeña que manda penitencia, doble para los reincidentes y negociable si consigues ahogar el corazón de la operadora a base de lágrimas. No te será difícil si juegas en terreno conocido y estrangulas la voz, zumos de naranja y silencio.
Pasado todo el faenoso papeleo puedes relajarte, olvidar y dormir abrazado a la indulgencia mientras leves ronquidos hacen ondear el salvoconducto sobre tu cabeza. No te molestará haber arrancado algo que quizás ni podían ni querían concederte, el vacio facultativo que tu exigente suplica deja en el interpelado, ni el borboteo de rabia consiguiente en los no cristianos.
Nada turba el descanso de los inocentes.
No se necesita arrepentimiento para rellenar los datos personales y ni siquiera tienes que marcar la opción de enmienda para que te dejen facturar el equipaje. Evita explicar los motivos, no vaya a ser que los de arriba se mosqueen porque tus faltas no merecen tanto alboroto y te quedes sin ventanilla.
Cuidado con la letra pequeña que manda penitencia, doble para los reincidentes y negociable si consigues ahogar el corazón de la operadora a base de lágrimas. No te será difícil si juegas en terreno conocido y estrangulas la voz, zumos de naranja y silencio.
Pasado todo el faenoso papeleo puedes relajarte, olvidar y dormir abrazado a la indulgencia mientras leves ronquidos hacen ondear el salvoconducto sobre tu cabeza. No te molestará haber arrancado algo que quizás ni podían ni querían concederte, el vacio facultativo que tu exigente suplica deja en el interpelado, ni el borboteo de rabia consiguiente en los no cristianos.
Nada turba el descanso de los inocentes.
martes, 6 de julio de 2010
Little things
Ante él, le excitaba hasta la idea de su propia desnudez y si no fuera por el sofocante silencio, se podría decir que suda amor.
Dibuja el paisaje más bello sobre mi espalda y contempla como construyo mundos para que no se evaporen los trazos de saliva. Encerrados en pompas de jabón, se desmoronarán al tocar tierra firme.
Pero no pienses que me creo que es su ruina lo que me impide oírte, las espirales de luz pueden esperar cuando abres la boca y tocar madera puede ser un gesto obsceno cuando el silencio nos traiciona.
Y es que, aunque el estadio esté vacío, sus ovaciones siguen rugiendo en mi cabeza y no quiero que ni las motas de polvo que levantamos al amarnos sean testigos de la verdad.
Dibuja el paisaje más bello sobre mi espalda y contempla como construyo mundos para que no se evaporen los trazos de saliva. Encerrados en pompas de jabón, se desmoronarán al tocar tierra firme.
Pero no pienses que me creo que es su ruina lo que me impide oírte, las espirales de luz pueden esperar cuando abres la boca y tocar madera puede ser un gesto obsceno cuando el silencio nos traiciona.
Y es que, aunque el estadio esté vacío, sus ovaciones siguen rugiendo en mi cabeza y no quiero que ni las motas de polvo que levantamos al amarnos sean testigos de la verdad.
martes, 1 de junio de 2010
Secuelas [y de las malas].
¿Alguna vez has llorado delante de un espejo?
Es patético ver como las convulsiones que recorren todo tu cuerpo acaban transformandote la cara en una máscara de tragedia griega, los ojos se enrojecen dándole al verde un protagonismo que nunca debió tener. Y vuelves a perder el control.
Mi niña, pobrecilla....
Si pudiera, negaría con la cabeza mientras tus palabras se estrellan contra las palmas de mis manos. Pero la barbilla ha bajado tanto de su posición natural que ya nisiquiera apunta al cielo ¿Con que me protegeré ahora?
La niña murió, si es que alguna vez pudo existir, ahogada en la consciencia y extenuada de amarte. Y no me obligues a autocompadecerme, la pobreza no existe debajo de millones de disculpas cuantitativas.
Háblame de cosas mundanas y de cómo meo todos los dolores. No uses ahora las palabras que aprendí para ti. Rebájate a mi nivel para darme una palmadita en la espalda.
Y calla quien es el culpable. Porque, aunque seas Dios, no puedes verte en todos lados a la vez. Ni juzgarte.
Quiero gritar que no todas las promesas que rompen el corazón tienen porqué ser de amor eterno, pero eso ya lo sabes, lo que no puedes comprender es que trato de escapar de tu paraíso. ¿Cómo lo vas a entender si soy solo tu reflejo?
Me falta aire. No quiero ser tuya, ni de nadie. El mundo ya existe y los seres humanos son imperfectos, saber las razones de sus fallos nos quita el derecho a quejarnos de su conducta. Nada más.
No soy, no tengo, no quiero. Tampoco necesito.
Es patético ver como las convulsiones que recorren todo tu cuerpo acaban transformandote la cara en una máscara de tragedia griega, los ojos se enrojecen dándole al verde un protagonismo que nunca debió tener. Y vuelves a perder el control.
Mi niña, pobrecilla....
Si pudiera, negaría con la cabeza mientras tus palabras se estrellan contra las palmas de mis manos. Pero la barbilla ha bajado tanto de su posición natural que ya nisiquiera apunta al cielo ¿Con que me protegeré ahora?
La niña murió, si es que alguna vez pudo existir, ahogada en la consciencia y extenuada de amarte. Y no me obligues a autocompadecerme, la pobreza no existe debajo de millones de disculpas cuantitativas.
Háblame de cosas mundanas y de cómo meo todos los dolores. No uses ahora las palabras que aprendí para ti. Rebájate a mi nivel para darme una palmadita en la espalda.
Y calla quien es el culpable. Porque, aunque seas Dios, no puedes verte en todos lados a la vez. Ni juzgarte.
Quiero gritar que no todas las promesas que rompen el corazón tienen porqué ser de amor eterno, pero eso ya lo sabes, lo que no puedes comprender es que trato de escapar de tu paraíso. ¿Cómo lo vas a entender si soy solo tu reflejo?
Me falta aire. No quiero ser tuya, ni de nadie. El mundo ya existe y los seres humanos son imperfectos, saber las razones de sus fallos nos quita el derecho a quejarnos de su conducta. Nada más.
No soy, no tengo, no quiero. Tampoco necesito.
martes, 11 de mayo de 2010
No eran ni las cinco....
No eran ni las cinco y Aryssa ya había dado portazo al mundo, ni un minuto más de existencia. Estaba dispuesta a dejar que los parámetros de la realidad empequeñecieran en su ecuación hasta el punto de volverse despreciables, en la misma y justa medida que se expandiesen los limites ortogonales de la habitación, sumergirse en una realidad donde ni tu dolor podría hacerla sonreír.
Era deliciosamente tentador dejarse caer entre todas aquellas fantasías y recuerdos, desdibujando sus extremos y haciendo verdaderas historias de sus vivencias.
Al perderse podía descubrir como el campo cuajado de flores que se extendía a sus pies, era un simple ramo para que el conejo pusiera en tus manos. Huir de la realidad hasta llegar al límite de todas las experiencias y una vez allí, a ritmo del incesante tick-tack, tentar al olvido con piruetas imposibles.
Muchos te dirán que solo lo hace por provocar, que espera unos brazos fuertes en su caida, pero lo cierto es que cuanto más alto llega más excitante se vuelve dejarse caer en el lado equivocado, una sola ráfaga de viento puede hacerla volar los instantes precisos para alcanzar la eternidad y flotar por una vez en un mar que no sea etílico. ¿Qué más da que sus huesos formen un cuadro impresionista? ¿Acaso los necesitamos para volar? Sabe bien que en el mar hay agua suficiente para diluir su error escarlata.
Cuando el tiempo se haya agotado fragmentará todos sus recuerdos en minúsculas porciones, donde solo entre su sonrisa, no dejando margen a la cotidianidad de conocerse a más profundidad de los centímetros que siempre desearon.
Y despertará, volverá para vomitar tres cuartas partes de realidad y una de estomago sobre una alfombra sembrada de botellas, esta vez, con cristales entre las manos.
Era deliciosamente tentador dejarse caer entre todas aquellas fantasías y recuerdos, desdibujando sus extremos y haciendo verdaderas historias de sus vivencias.
Al perderse podía descubrir como el campo cuajado de flores que se extendía a sus pies, era un simple ramo para que el conejo pusiera en tus manos. Huir de la realidad hasta llegar al límite de todas las experiencias y una vez allí, a ritmo del incesante tick-tack, tentar al olvido con piruetas imposibles.
Muchos te dirán que solo lo hace por provocar, que espera unos brazos fuertes en su caida, pero lo cierto es que cuanto más alto llega más excitante se vuelve dejarse caer en el lado equivocado, una sola ráfaga de viento puede hacerla volar los instantes precisos para alcanzar la eternidad y flotar por una vez en un mar que no sea etílico. ¿Qué más da que sus huesos formen un cuadro impresionista? ¿Acaso los necesitamos para volar? Sabe bien que en el mar hay agua suficiente para diluir su error escarlata.
Cuando el tiempo se haya agotado fragmentará todos sus recuerdos en minúsculas porciones, donde solo entre su sonrisa, no dejando margen a la cotidianidad de conocerse a más profundidad de los centímetros que siempre desearon.
Y despertará, volverá para vomitar tres cuartas partes de realidad y una de estomago sobre una alfombra sembrada de botellas, esta vez, con cristales entre las manos.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Chapter IV
Fuiste un ideal, algo que no encajaba con la realidad que lamia mis labios y sin embargo, te extraño.
Todas aquellas peleas entre la botella de ginebra se fueron contigo ¿te lo puedes creer? Ni confesiones consigo hacer ahora al sillón en el que me arrellano. Tampoco ha cambiado tanto, sigue lleno de rasguños, la mayoría más profundos de lo que deberían y esos ojos....
Hoy no podía soportar la idea de que tus marcas sobre mi piel desaparecieran y es que hay recuerdos que se resisten a ser olvidados por mucho que no reconozcan ya ni su imagen en el espejo. Por eso voy a componer una corona con los punzantes fragmentos del reflejo del que nunca fuiste y, mientras la sangre limpia las lágrimas que corren por mis mejillas, te contaré porqué he vuelto.
Compartiremos bebida como antaño y permíteme que desgrane mi relato hasta que el tiempo, y el alcohol, me dejen inconsciente.
Fue ella, mi dulce dama, pelirroja y con unos ojos verdes en los que patinaban todos mis sentimientos, mi heroína, quien trastocó el orden de mi universo.
Ella me amaba, lo sé. Trató de acercarme a su mundo, pero ¡ay! era tan difícil...
Lo intentamos todo y yo, ¡yo estaba dispuesta a atrapar la estrella más brillante si me pedía luz! Moriría por bajar besando sus caderas, lamer hasta la punta de sus pies y hundirme para siempre en la fragancia de su sudor.
Con la intrepidez que da la locura manejó todas mis cuerdas de un lado para otro mientras susurraba en mi oído los caminos a seguir, probó a martillear mi resistencia hasta dejarme sin voluntad, hurgaba en mis heridas con sal en los dedos y yo solo podía gemir ¡incluso me dio alas! solo para saber lo que se siente al manejar una cometa.
No la culpo, enserio, todavía la quiero, ni ahora que las cuerdas se han roto de tanto abuso y tengo la espalda llena de desgarrones.
Pero tengo miedo, miedo de volver y que me encuentre rota, miedo de que vuelva a intentar curarme y, sobretodo, de volver a creer en su verdad, porque cada segundo con ella funde mis defensas con descripciones de un paraíso que me asfixiará, y no quiero, no quiero oír más.
Ahora tendré que crecer... y, sinceramente, no sé si me quedan fuerzas. Seré un bonito cuadro.
Sonreía satisfecha, sobre su cuerpo había suficiente sangre mezclada con alcohol como para reconocer tu reflejo, en un pedacito de cristal lleno de lagrimas.
Todas aquellas peleas entre la botella de ginebra se fueron contigo ¿te lo puedes creer? Ni confesiones consigo hacer ahora al sillón en el que me arrellano. Tampoco ha cambiado tanto, sigue lleno de rasguños, la mayoría más profundos de lo que deberían y esos ojos....
Hoy no podía soportar la idea de que tus marcas sobre mi piel desaparecieran y es que hay recuerdos que se resisten a ser olvidados por mucho que no reconozcan ya ni su imagen en el espejo. Por eso voy a componer una corona con los punzantes fragmentos del reflejo del que nunca fuiste y, mientras la sangre limpia las lágrimas que corren por mis mejillas, te contaré porqué he vuelto.
Compartiremos bebida como antaño y permíteme que desgrane mi relato hasta que el tiempo, y el alcohol, me dejen inconsciente.
Fue ella, mi dulce dama, pelirroja y con unos ojos verdes en los que patinaban todos mis sentimientos, mi heroína, quien trastocó el orden de mi universo.
Ella me amaba, lo sé. Trató de acercarme a su mundo, pero ¡ay! era tan difícil...
Lo intentamos todo y yo, ¡yo estaba dispuesta a atrapar la estrella más brillante si me pedía luz! Moriría por bajar besando sus caderas, lamer hasta la punta de sus pies y hundirme para siempre en la fragancia de su sudor.
Con la intrepidez que da la locura manejó todas mis cuerdas de un lado para otro mientras susurraba en mi oído los caminos a seguir, probó a martillear mi resistencia hasta dejarme sin voluntad, hurgaba en mis heridas con sal en los dedos y yo solo podía gemir ¡incluso me dio alas! solo para saber lo que se siente al manejar una cometa.
No la culpo, enserio, todavía la quiero, ni ahora que las cuerdas se han roto de tanto abuso y tengo la espalda llena de desgarrones.
Pero tengo miedo, miedo de volver y que me encuentre rota, miedo de que vuelva a intentar curarme y, sobretodo, de volver a creer en su verdad, porque cada segundo con ella funde mis defensas con descripciones de un paraíso que me asfixiará, y no quiero, no quiero oír más.
Ahora tendré que crecer... y, sinceramente, no sé si me quedan fuerzas. Seré un bonito cuadro.
Sonreía satisfecha, sobre su cuerpo había suficiente sangre mezclada con alcohol como para reconocer tu reflejo, en un pedacito de cristal lleno de lagrimas.
martes, 4 de mayo de 2010
Nuevas experiencias.
Catherine era una criatura de invierno, estaba hecha de hielo y solo se era capaz de cambiar su estado a fuerza de selectas caricias incendiarias.
O eso creía.
En realidad era una humana como el resto que tardó demasiado en darse cuenta de que la primavera llega incluso a las almas más oscuras y que, al igual que el muro, también podía llorar.
Ahora corre desesperada en busca de nieve que mantenga su mentira, con la fatalista certeza de que el verano será demasiado largo como para escapar de todas esas lloviznas que abrasan su piel.
No hay como jugar con fuego para quemarse.
O eso creía.
En realidad era una humana como el resto que tardó demasiado en darse cuenta de que la primavera llega incluso a las almas más oscuras y que, al igual que el muro, también podía llorar.
Ahora corre desesperada en busca de nieve que mantenga su mentira, con la fatalista certeza de que el verano será demasiado largo como para escapar de todas esas lloviznas que abrasan su piel.
No hay como jugar con fuego para quemarse.
jueves, 22 de abril de 2010
Weak
Agachó la cabeza y la siguió como tirada por un cordel. Cuando la tumbaron en la camilla el miedo la fue encogiendo hasta volver a ser aquel niño con vestido celeste y arañazos en las rodillas, solo que el dentista jamás osó a tocarla de esa forma.
Los chismes y las voces agudas van dejando paso a espesuras graves y profecías, con alguna risa estridente que cuelga como escalera de vuelta a la realidad. Ayuda. Tejen un destino para la niña que nunca fue y son todo son todo sonrisas satisfechas mientras ella se desvanece en un mundo onírico, donde sus rasgos se van afilando hasta conseguir la consistencia deseada para escapar de su verdad ¿o quizás no?
Si fueras olvido ya lo sabrías.
Los chismes y las voces agudas van dejando paso a espesuras graves y profecías, con alguna risa estridente que cuelga como escalera de vuelta a la realidad. Ayuda. Tejen un destino para la niña que nunca fue y son todo son todo sonrisas satisfechas mientras ella se desvanece en un mundo onírico, donde sus rasgos se van afilando hasta conseguir la consistencia deseada para escapar de su verdad ¿o quizás no?
Si fueras olvido ya lo sabrías.
martes, 16 de marzo de 2010
Rozaduras
Mírala, todavía no ha estrenado sus cadenas y ya empiezan a desollarle la piel.
No son sus muñecas lo que esta vez se desgastan, son las capas que había tejido a su alrededor durante los meses de libertad, barnices sobre los que se alzaba, orgullosa e invulnerable.
Pero no estamos en un cuento Disney y no hay final feliz para este capítulo, dentro de aquel capullo no encontraremos una mariposa, ni siquiera al gusano que se arrastró dentro.
La violencia de los golpes que desprendian sus galas, hacian que la criatura que emergía fuese débil, magullada, dócil y necesitada. Llena de miedos y digna de todos los desprecios.
Y ¿Quién puede querer a alguien que solo alza la cabeza para suplicar?
No son sus muñecas lo que esta vez se desgastan, son las capas que había tejido a su alrededor durante los meses de libertad, barnices sobre los que se alzaba, orgullosa e invulnerable.
Pero no estamos en un cuento Disney y no hay final feliz para este capítulo, dentro de aquel capullo no encontraremos una mariposa, ni siquiera al gusano que se arrastró dentro.
La violencia de los golpes que desprendian sus galas, hacian que la criatura que emergía fuese débil, magullada, dócil y necesitada. Llena de miedos y digna de todos los desprecios.
Y ¿Quién puede querer a alguien que solo alza la cabeza para suplicar?
viernes, 12 de marzo de 2010
Hesitate a while...
Lo dicho, más bajo no se podía caer.
Estaba inmersa en un lodazal de lo más pringoso, lo peor de todo es que se había metido ahí por propia voluntad y de cabeza. Hería su orgullo que los demás la vieran retorcerse, por lo que llenó también sus ojos de barro, no era cuestión de levantarse con la boca hasta los topes de fango y pretender ser intocable. Eso no, antes cavaría un túnel con todos aquellos hilos de seda que la retenían, asfixiándola por momentos, cortando capa a capa sus asperezas. Un túnel que la llevara tan lejos como volaban sus pensamientos antes de caer. Antes de descubrir que un palmo de barro puede ser el más acogedor de los abrazos.
Estaba inmersa en un lodazal de lo más pringoso, lo peor de todo es que se había metido ahí por propia voluntad y de cabeza. Hería su orgullo que los demás la vieran retorcerse, por lo que llenó también sus ojos de barro, no era cuestión de levantarse con la boca hasta los topes de fango y pretender ser intocable. Eso no, antes cavaría un túnel con todos aquellos hilos de seda que la retenían, asfixiándola por momentos, cortando capa a capa sus asperezas. Un túnel que la llevara tan lejos como volaban sus pensamientos antes de caer. Antes de descubrir que un palmo de barro puede ser el más acogedor de los abrazos.
jueves, 25 de febrero de 2010
Chapter III
8:32, Nuestra protagonista cierra la puerta de casa con el mayor de los sigilos, los tacones reposan ya sobre la alfombra y el aroma a canela hace que todo parezca sacado de un sueño.
Apoyado en el marco de la puerta de la habitación está él y para hacer todo todavía más surrealista lleva una de esas sonrisas que derriten inviernos.
- Belleza, ese debería haber sido tu nombre.
Su risa hace que todo estalle, empiece a dar vueltas y una nauseabunda sensación de vértigo se instale en su estomago.
Perdido ya todo el factor sorpresa y la cautela se acercan poco a poco. Quedando como escenario principal el recibidor.
- ¿Que celebramos hoy?
La primera bofetada la pilló aun con la boca abierta de la expectación, pero era solo un aviso, después llegó la segunda y finalmente el golpe que la derribó. Lo siguiente que recordaba era estar tendida en el suelo, a sus pies, con la dignidad tan perdida por los suelos como la ropa, y el ruido de los televisores de los vecinos ahogando gritos y golpes.
Lamería sus heridas en la oficina, con toda la calma del mundo, sabía que no quedarían cicatrices, esas ya las tenía el, profundas, hechas a conciencia y sangrantes de amor.
Era el juego de muchas mañanas inventarse escusas sobre la procedencia de los morados, sellándolas con besos, así, cada golpe era un universo que despertaba al simple roce de la ropa.
Un universo donde la felicidad y el placer se gritaba con lágrimas en los ojos.
Apoyado en el marco de la puerta de la habitación está él y para hacer todo todavía más surrealista lleva una de esas sonrisas que derriten inviernos.
- Belleza, ese debería haber sido tu nombre.
Su risa hace que todo estalle, empiece a dar vueltas y una nauseabunda sensación de vértigo se instale en su estomago.
Perdido ya todo el factor sorpresa y la cautela se acercan poco a poco. Quedando como escenario principal el recibidor.
- ¿Que celebramos hoy?
La primera bofetada la pilló aun con la boca abierta de la expectación, pero era solo un aviso, después llegó la segunda y finalmente el golpe que la derribó. Lo siguiente que recordaba era estar tendida en el suelo, a sus pies, con la dignidad tan perdida por los suelos como la ropa, y el ruido de los televisores de los vecinos ahogando gritos y golpes.
Lamería sus heridas en la oficina, con toda la calma del mundo, sabía que no quedarían cicatrices, esas ya las tenía el, profundas, hechas a conciencia y sangrantes de amor.
Era el juego de muchas mañanas inventarse escusas sobre la procedencia de los morados, sellándolas con besos, así, cada golpe era un universo que despertaba al simple roce de la ropa.
Un universo donde la felicidad y el placer se gritaba con lágrimas en los ojos.
sábado, 6 de febrero de 2010
Chapter II
Corría, como si todas las fibras de su ser se revelasen contra aquel endémico sentimiento. Garras de acero atenazaban su interior y cuando ella le alcanzó no se sabia muy bien quien tenia la respiración más agitada, se ahogaba, no sin antes ofrecer toda su resistencia.
- Quieta. A un palmo de mí eres perfecta, no te atrevas a profanar mi entrecortada respiración, no si no estás dispuesta a recorrer cada palmo de mi piel con la punta de tus dedos, atarme hasta que tus heridas marquen mi piel. Prefiero soñar con el daño que no serás capaz de hacerme.
Solo consiguió que las llamaradas plateadas de su risa resquebrajaran un poco más su deteriorada entereza.
Era un hecho, se desmoronaba y cuando miraba hacia abajo solo veía las siempre turbulentas aguas del amor.
No, no profanaría el único ideal que le quedaba, no era amor.
Suplicaría, porque cuando sus labios se acercasen no descubriese el fin la comedia cotidiana de controlar su vida, por poder poner nombre aquellas sensaciones y hacerlas suyas para siempre. Pero siempre perdía el control, extasiándose en el momento.
Ella había dado vuelta a todo en su vida, con aquella curiosidad insaciablemente infantil y ahora observaba condescendiente su caída.
Adorándolo, a un palmo de su piel.
- Quieta. A un palmo de mí eres perfecta, no te atrevas a profanar mi entrecortada respiración, no si no estás dispuesta a recorrer cada palmo de mi piel con la punta de tus dedos, atarme hasta que tus heridas marquen mi piel. Prefiero soñar con el daño que no serás capaz de hacerme.
Solo consiguió que las llamaradas plateadas de su risa resquebrajaran un poco más su deteriorada entereza.
Era un hecho, se desmoronaba y cuando miraba hacia abajo solo veía las siempre turbulentas aguas del amor.
No, no profanaría el único ideal que le quedaba, no era amor.
Suplicaría, porque cuando sus labios se acercasen no descubriese el fin la comedia cotidiana de controlar su vida, por poder poner nombre aquellas sensaciones y hacerlas suyas para siempre. Pero siempre perdía el control, extasiándose en el momento.
Ella había dado vuelta a todo en su vida, con aquella curiosidad insaciablemente infantil y ahora observaba condescendiente su caída.
Adorándolo, a un palmo de su piel.
lunes, 4 de enero de 2010
Ojos Marrones
Todos sabemos historias de ojos azules como los mares que bañan el Caribe o verdes como las praderas holandesas, también las hay de ojos grises o negros, todos espectaculares… pero ¿Alguien recuerda alguna sobre unos ojos marrones? Esta es, mi historia, mi obsesión.
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