8:32, Nuestra protagonista cierra la puerta de casa con el mayor de los sigilos, los tacones reposan ya sobre la alfombra y el aroma a canela hace que todo parezca sacado de un sueño.
Apoyado en el marco de la puerta de la habitación está él y para hacer todo todavía más surrealista lleva una de esas sonrisas que derriten inviernos.
- Belleza, ese debería haber sido tu nombre.
Su risa hace que todo estalle, empiece a dar vueltas y una nauseabunda sensación de vértigo se instale en su estomago.
Perdido ya todo el factor sorpresa y la cautela se acercan poco a poco. Quedando como escenario principal el recibidor.
- ¿Que celebramos hoy?
La primera bofetada la pilló aun con la boca abierta de la expectación, pero era solo un aviso, después llegó la segunda y finalmente el golpe que la derribó. Lo siguiente que recordaba era estar tendida en el suelo, a sus pies, con la dignidad tan perdida por los suelos como la ropa, y el ruido de los televisores de los vecinos ahogando gritos y golpes.
Lamería sus heridas en la oficina, con toda la calma del mundo, sabía que no quedarían cicatrices, esas ya las tenía el, profundas, hechas a conciencia y sangrantes de amor.
Era el juego de muchas mañanas inventarse escusas sobre la procedencia de los morados, sellándolas con besos, así, cada golpe era un universo que despertaba al simple roce de la ropa.
Un universo donde la felicidad y el placer se gritaba con lágrimas en los ojos.
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Bueno... esta vez, al menos, se entiende la historia. Lo que signfica, eso ya es otra cosa; en eso no has perdido el estilo. ;)
ResponderEliminar"sonrisas que derriten inviernos"...
Permíteme apuntármela... prometo usarla bien ^^
Ah, se me olvidaba: ¡Me encanta! :D
Solo falta una cadena física, o un collar...
ResponderEliminarDeberías escribir otra parte, con sus "heridas hechas a conciencia y sangrantes de amor"
PD: Lo sé.