martes, 11 de mayo de 2010

No eran ni las cinco....

No eran ni las cinco y Aryssa ya había dado portazo al mundo, ni un minuto más de existencia. Estaba dispuesta a dejar que los parámetros de la realidad empequeñecieran en su ecuación hasta el punto de volverse despreciables, en la misma y justa medida que se expandiesen los limites ortogonales de la habitación, sumergirse en una realidad donde ni tu dolor podría hacerla sonreír.

Era deliciosamente tentador dejarse caer entre todas aquellas fantasías y recuerdos, desdibujando sus extremos y haciendo verdaderas historias de sus vivencias.
Al perderse podía descubrir como el campo cuajado de flores que se extendía a sus pies, era un simple ramo para que el conejo pusiera en tus manos. Huir de la realidad hasta llegar al límite de todas las experiencias y una vez allí, a ritmo del incesante tick-tack, tentar al olvido con piruetas imposibles.
Muchos te dirán que solo lo hace por provocar, que espera unos brazos fuertes en su caida, pero lo cierto es que cuanto más alto llega más excitante se vuelve dejarse caer en el lado equivocado, una sola ráfaga de viento puede hacerla volar los instantes precisos para alcanzar la eternidad y flotar por una vez en un mar que no sea etílico. ¿Qué más da que sus huesos formen un cuadro impresionista? ¿Acaso los necesitamos para volar? Sabe bien que en el mar hay agua suficiente para diluir su error escarlata.

Cuando el tiempo se haya agotado fragmentará todos sus recuerdos en minúsculas porciones, donde solo entre su sonrisa, no dejando margen a la cotidianidad de conocerse a más profundidad de los centímetros que siempre desearon.
Y despertará, volverá para vomitar tres cuartas partes de realidad y una de estomago sobre una alfombra sembrada de botellas, esta vez, con cristales entre las manos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Chapter IV

Fuiste un ideal, algo que no encajaba con la realidad que lamia mis labios y sin embargo, te extraño.
Todas aquellas peleas entre la botella de ginebra se fueron contigo ¿te lo puedes creer? Ni confesiones consigo hacer ahora al sillón en el que me arrellano. Tampoco ha cambiado tanto, sigue lleno de rasguños, la mayoría más profundos de lo que deberían y esos ojos....
Hoy no podía soportar la idea de que tus marcas sobre mi piel desaparecieran y es que hay recuerdos que se resisten a ser olvidados por mucho que no reconozcan ya ni su imagen en el espejo. Por eso voy a componer una corona con los punzantes fragmentos del reflejo del que nunca fuiste y, mientras la sangre limpia las lágrimas que corren por mis mejillas, te contaré porqué he vuelto.

Compartiremos bebida como antaño y permíteme que desgrane mi relato hasta que el tiempo, y el alcohol, me dejen inconsciente.

Fue ella, mi dulce dama, pelirroja y con unos ojos verdes en los que patinaban todos mis sentimientos, mi heroína, quien trastocó el orden de mi universo.
Ella me amaba, lo sé. Trató de acercarme a su mundo, pero ¡ay! era tan difícil...
Lo intentamos todo y yo, ¡yo estaba dispuesta a atrapar la estrella más brillante si me pedía luz! Moriría por bajar besando sus caderas, lamer hasta la punta de sus pies y hundirme para siempre en la fragancia de su sudor.
Con la intrepidez que da la locura manejó todas mis cuerdas de un lado para otro mientras susurraba en mi oído los caminos a seguir, probó a martillear mi resistencia hasta dejarme sin voluntad, hurgaba en mis heridas con sal en los dedos y yo solo podía gemir ¡incluso me dio alas! solo para saber lo que se siente al manejar una cometa.
No la culpo, enserio, todavía la quiero, ni ahora que las cuerdas se han roto de tanto abuso y tengo la espalda llena de desgarrones.
Pero tengo miedo, miedo de volver y que me encuentre rota, miedo de que vuelva a intentar curarme y, sobretodo, de volver a creer en su verdad, porque cada segundo con ella funde mis defensas con descripciones de un paraíso que me asfixiará, y no quiero, no quiero oír más.

Ahora tendré que crecer... y, sinceramente, no sé si me quedan fuerzas. Seré un bonito cuadro.

Sonreía satisfecha, sobre su cuerpo había suficiente sangre mezclada con alcohol como para reconocer tu reflejo, en un pedacito de cristal lleno de lagrimas.

martes, 4 de mayo de 2010

Nuevas experiencias.

Catherine era una criatura de invierno, estaba hecha de hielo y solo se era capaz de cambiar su estado a fuerza de selectas caricias incendiarias.
O eso creía.

En realidad era una humana como el resto que tardó demasiado en darse cuenta de que la primavera llega incluso a las almas más oscuras y que, al igual que el muro, también podía llorar.
Ahora corre desesperada en busca de nieve que mantenga su mentira, con la fatalista certeza de que el verano será demasiado largo como para escapar de todas esas lloviznas que abrasan su piel.

No hay como jugar con fuego para quemarse.